viernes, 29 de agosto de 2014

El Gran Imperio Incaico



...... Los primeros vestigios escritos sobre el imperio incaico lo constituyen las crónicas registradas por varios autores europeos (posteriormente existieron cronistas mestizos e indígenas que también recopilaron la historia de los incas); estos autores recopilaron la «historia incaica» basándose en relatos recogidos por todo el imperio. Los primeros cronistas tuvieron que enfrentar varias dificultades para poder traducir la historia incaica ya que, además de existir una barrera idiomática, se enfrentaron al problema de interpretar una manera de ver el mundo totalmente distinta a la que estaban acostumbrados. Esto conllevó a que existan varias contradicciones entre los textos coloniales y un ejemplo de ello lo representan las cronologías sobre los gobernantes incas; así, en muchas crónicas se atribuyen las mismas hazañas, hechos y episodios a distintos gobernantes.







Sobre las crónicas del imperio incaico, es importante acotar que sus diversos autores tuvieron ciertos intereses al escribirlas. En el caso de los cronistas españoles, su interés fue «legitimar la conquista a través de la historia», para esto en muchas crónicas se señala que los incas conquistaron usando enteramente la violencia y por lo tanto no tenían derechos sobre los territorios conquistados. En otro caso los cronistas ligados a la Iglesia Católica buscaron legitimar la evangelización describiendo a la religión incaica como obra del demonio, a los incas como hijos de Noé y tratando de identificar a las deidades incaicas con las creencias bíblicas o el folclor europeo.2 Igualmente existieron otros cronistas mestizos e indígenas que también tuvieron un interés de ensalzar el imperio o alguna de las panacas con las cuales se emparentaban, como el caso del Inca Garcilaso, quien mostraba un imperio incaico idealizado donde no existía la pobreza, se repartía la riqueza y los recursos se explotaban racionalmente.


Los ayllus y panacas tenían cantares especiales mediante los cuales narraban su historia. Estos cantares se ejecutaban en determinadas ceremonias frente al Inca. Estos relatos, a manera de memoria colectiva, constituyen los primeros registros históricos recogidos en las crónicas.


Otro recurso utilizado para registrar la historia fueron unos mantos y tablas que contenían pinturas representando pasajes heroicos. Estos documentos fueron guardados en un lugar denominado Poquen Cancha. Se sabe que el Virrey Toledoenvió al rey Felipe II cuatro paños que ilustraban la vida de los incas añadiendo con sus propias palabras que «los yndios pintores no tenían la curiosidad de los de allá».







Además, algunos hechos pasados fueron almacenados en los quipus, aunque no se sabe cómo pudieron utilizar estos sistemas de cordeles y nudos para almacenar hechos históricos existen varias crónicas que describen que los quipus servían para evocar las hazañas de los gobernantes.


En general, en el imperio incaico se recordaban los hechos que les parecían importantes de recordar y no era necesaria la precisión. Además, los gobernantes podían ordenar excluir intencionalmente de los registros históricos algunos hechos que pudiesen molestarles. María Rostworowski denomina a esta cualidad de la historia incaica una «amnesia política» que era asumida por todo el vulgo pero que era recordada por las panacas o ayllus afectados, siendo este un factor que contribuyó a las futuras contradicciones en las crónicas europeas sobre los incas.

"" Inti, dios Inca del Sol ""




Hola, buenos días, buenas tardes y/o buenas noches.

El día de hoy les quiero presentar algo que me atrae mucho, y es la mitología Inca acerca de uno de mis dioses favoritos, éste es Inti, el gran dios del sol de la cosmogonía Inca. Poco pude encontrar en la biblioteca a la que siempre consulto, ya que los libros que poseen, son completos pero, no son muchos. Bueno, he recurrido al internet para poder buscar un poco más, pero aquí les presento hoy a Inti, mi dios Inca favorito.



Inti es el dios solar Inca, hijo y siervo de Viracocha, reinaba sobre los hombres. Era la divinidad más importante. Se pensaba que él era un ancestro Manco Capac I y tambien de Mama Ocllo, que fueron los que les enseñaron a los antiguos humanos como contruir las casas y así fue como crearon su civilización. Le rendían ofrendas de oro, plata y ganado ya que este dios se creía que era el único que podía hacer crecer las cosechas, curar las enfermedades y dar protección para las personas y el hogar. 

Este dios era representado con un rostro humano sobre un disco radiante o brillante, en el que podían aparecer algunos rayos como representación de poder. Esta representación es la que se muestra en la bandera de Argentina y Uruguay, el sol de enmedio es inti en una de sus formas.

Inti ere reverenciado como el supremo dios en el escalon de los dioses celestiales, siendo éste el que lideraba a todos y el que los regía. Pero tambien su contraparte, la luna (Mama Quilla) forma un papel importante en este escalón, ya que regía con igual poder al de Inti a los demás dioses de este escalafón. Era la hermana y esposa de Inti. 

Este dios, por ser tan famoso, tenía una gran fiesta, el inti raymi, que se celebraba en el solsticio de invierno, donde se mataban victimas para sacrificios en su honor. Al final de la celebración pedían juventud eterna y una vida pacífica.







""LA LEYENDA DE OLLANTAY Y COYLLUR ""

El jefe Ollantay, el valiente guerrero y Titán de los Andes, era el héroe legendario de Tauantinsuyo, el jefe militar enamorado de una bella princesa, la inalcanzable Coyllur, hija del Inca Tupac Yupanqui.

 La princesa Coyllur (Estrella) también se había enamorado del valor y de la hermosura de Ollantay, pero sabía que este amor era un romance prohibido por la estricta ley del Inca, ya que jamás una doncella de sangre real, una hija del Inca, y un Andi, un hombre del pueblo, podían llegar a celebrar un matrimonio tan desigual, puesto que tal acto sería considerado sacrilegio por el Uilac-Huma, el sumo sacerdote y les acarrearía el castigo máximo. Así que Coyllur fue recluida en el templo de las Aclla, en Mamacunas, mientras que el ofendido general Ollantay se levantó en rebeldía contra la crueldad del poder político y religioso y dio comienzo a una lucha épica y desigual, enfrentándose el héroe al mismo Inca y consiguiendo reunir todas las virtudes totémicas bajo su espada.

 Así Ollantay se mueve con la elasticidad de la serpiente, actúa con la astucia del zorro, llega hasta donde sólo lo hace el cóndor, es tan valeroso como el jaguar y tan duro como las montañas de los Andes. El guerrero y la princesa se ven recompensados con el nacimiento de un hijo, de Ima Sumac, el muy bello, y ya termina el drama de amores para dar comienzo al final feliz del triunfo de los humanos sobre el poder incontestable de los incas.


}Con la lucha del padre Ollantay y la entrega enamorada de la princesa Coyllur, el pueblo que vive apartado del mundo cerrado del Inca, puede aspirar a ser parte de la historia de la que sólo ha sido súbdito y comparsa, pero ya no quedaba mucho tiempo para que se pudiera transmitir el tesoro de la cultura inca desde el palacio a las calles.


"El pastor y la hija del Sol" leyenda Inca












..............En las llanuras del valle de Yucay, un joven pastor cuidaba un rebaño de llamas


blancas. Eran animales sagrados. Los incas los elegían para sacrificarlos en


el templo del Sol. El pastor era un joven gallardo y hermoso. Tocaba la flauta y


sabía componer dulces melodías. Un día mientras estaba ensayando una de sus


melodías, oyó una voz:


—Buenos días, pastor. Tu melodía es bellísima.


El pastor se volvió y vio a dos jovencitas que lo miraban sonriendo. Algo que


había en ellas le dijo al corazón del joven que no se trataba de seres comunes. Se


quedó un instante como atontado; cayó de rodillas y esperó, ansioso.


—No temas, pastor —dijo la joven mayor—, solo queremos escuchar tu música.


Se sentaron sobre la hierba y quedaron conmovidas al oír las notas que el


pastor sacaba de su instrumento. La menor de las jóvenes miraba con insistencia


una placa de plata que el joven llevaba en la frente, ceñida por una ancha cinta.


Al finalizar el improvisado concierto, el pastor se quitó el adorno que llamaba la


atención de la jovencita y se lo ofreció. Ella lo tomó y lo miró. Era una joya de


plata en forma de media luna, en cuyo centro había dos figuritas.


—No puedo aceptarlo —dijo ella, devolviéndosela—. Nosotras somos hijas


del Sol. Nos está prohibido adornarnos con joyas. Tu regalo sería secuestrado por


la guardia.


El pastor tomó la joya y se quedó un largo rato mirando cómo se alejaban


las dos jóvenes. Luego, con una honda tristeza, volvió hacia su rebaño y emprendió


el regreso a su choza. También la princesa se quedó triste. En cuanto


llegó al palacio, se acostó. Después de pensar en el encuentro de la tarde, se


durmió y tuvo un extraño sueño. Le pareció ver un ave que cantaba dulces


melodías. Cuando el ave terminó de cantar, se le acercó y le dijo:


—No estés triste, princesita, todo se arreglará. ¿Qué es lo que te entristece?


La princesa narró el encuentro con el pastor y mencionó el regalo que él le


había ofrecido.


—¡Levántate! —dijo entonces la avecilla en tono de orden—. Ve a sentarte


entre las cuatro fuentes que están en el centro del palacio y entona las melodías


del pastor. Si las aguas murmuradoras las repiten, quizá puedas ver a ese


joven.


Al despertarse, la joven pensó en el extraño sueño y decidió seguir la


indicación del ave. Se dirigió con paso silencioso hasta el gran salón, en


cuyo centro había cuatro fuentes de las cuales manaban chorros de agua


cristalina. Se sentó entre las cuatro fontanas y entonó la canción del pastor.


Cuando terminó, de las fuentes se elevó un sonido. Las aguas al correr repetían


alegremente las notas recién entonadas. Lágrimas de júbilo bañaron las mejillas


de la joven. Las aguas de las cuatro fuentes eran favorables a sus sentimientos


amorosos.


Entretanto, el pastor había vuelto a su cabaña con la melancolía pintada en


el rostro. Su corazón había quedado turbado por la belleza de la jovencita, pero


bien sabía él que era inútil esperar ser amado por una hija del Sol. Sin embargo,


siguió evocando a la doncella y la conversación sostenida con ella. Absorto en


estos pensamientos, el joven empezó a componer una melodía tan triste que sus


propios ojos se llenaron de lágrimas.


En el valle, en la pequeña aldea de Laris, vivía la madre del pastor, una anciana


muy experta en el arte de la magia. A través de la distancia, ella sintió la pena


que atribulaba a su hijo e inmediatamente viajó a verlo. A eso de la medianoche,


llegó a la cabaña de su hijo.


—¡Madre! —exclamó este al verla—. He encontrado a una


hija del Sol; si no puedo amarla, prefiero morir.


—No te desanimes, hijo. Trataré de ayudarte.


Y dicho y hecho: inmediatamente se puso a hervir un manojo


de hierbas. En cierto momento levantó la cabeza y miró


hacia fuera. Dos jovencitas se dirigían hacia la cabaña. Se


acercó a su hijo y le susurró al oído:


—Escucha. Tu princesita se dirige hacia aquí acompañada de


su hermana. Si quieres tener éxito, déjame obrar libremente. Ten


confianza en mí.


El joven obedeció y se escondió detrás de una cortina. La anciana


volvió a su tarea de revolver la marmita en que hervían las hierbas. Entretanto,


las dos princesas llegaron a la choza.


—¿Vives sola aquí? —preguntó la princesa a la anciana, y esta respondió:


—Sí, querida.


Cuando la joven vio una capa de bordados multicolores, exclamó:


—¡Qué hermosa capa! ¿De quién es?


—Es una capa que uno de mis antepasados recibió de una divinidad de los


montes. Si quieres te la regalo.


—¡Gracias, muchas gracias! —respondió la joven tomando la capa.


Al cabo de un rato las dos hermanas se despidieron y volvieron al palacio. Los


guardianes no secuestraron el precioso regalo porque no era una joya.


Cuando la princesita se retiró a su cuarto, extendió la capa sobre el piso y se


echó a llorar sobre ella. Pensaba siempre en el pastor y en aquel amor imposible.


Cuando se durmió, le pareció que una voz la llamaba dulcemente. Vio a su lado


al pastorcillo y le preguntó:


—¿Cómo has llegado hasta aquí?


—Me has traído tú misma. Mi madre me transformó en la capa que te


regaló. Era la única manera de entrar al palacio.


—Y ahora, ¿cómo haré para esconderte?


—No hay necesidad de que me escondas aquí. Salgamos y vayamos a


las montañas. Nos esconderemos tan bien que nadie podrá encontrarnos.


La princesita, que se había despertado, no pudo distinguir entre el sueño


y la realidad. Aceptó la propuesta del joven y ambos anduvieron sin


parar durante la noche. Llegaron a un valle umbroso donde no llegaba el


Sol y se construyeron una cabaña.



Vivieron felices durante mucho tiempo. Se cuidaban de los rayos







del Sol. Para ello no se alejaban nunca de la hondonada en que habían


construido la choza. Una noche en que la joven escaló la ladera de


la montaña para recoger algunas hierbas y raíces de la cumbre, fue


acompañada por el pastor. Ambos estaban ocupados en la recolección


y no advirtieron que la aurora estaba próxima. El primer rayo


del Sol iluminó la cima de aquel monte y los dos jóvenes fueron


detenidos en el mismo instante, petrificados sobre la cumbre,


y se quedaron allí para toda la eternidad. Aún hoy es posible


contemplar la pareja de enamorados que, tomados de la mano,


parecen dos figuras talladas en piedra............